Domingo 3 de Pascua (A)
Todos los evangelios de los domingos del tiempo de Pascua han sido tomados del
evangelio de Juan, excepto el de hoy que los ha sido del de Lucas. Este último
nos describe tres apariciones de Jesús el día de Pascua :
1) la aparición a las mujeres que fueron las primeras en tener la valentía
de llegarse al sepulcro muy de mañana;
2) la de los dos discípulos que habían decidido volverse a su poblado y a
sus ocupaciones;
3) la aparición a los Doce que estaban aún paralizados por el miedo en el
lugar en que se habían encerrado.
Es encuentro con los dos discípulos de Emaús ha inspirado a diferentes artistas
a lo largo de los siglos. Pero creo que la mayor parte de las pinturas
conocidas representan a Cristo en la mesa con los dos discípulos en la sala de
un hotel más bien que en camino. Personalmente he quedado yo siempre fascinado
muy en especial por el encuentro en camino.
En realidad, aun cuando tiene ciertamente un fundamento histórico lo que
describe Lucas, no es tanto la descripción en detalle de un suceso histórico lo
que le interesa. No se precisa de una gran esfuerzo de
reflexión o de análisis para darse cuenta de que lo que Lucas describe en este
pasaje es la vida de la primera comunidad cristiana que prosigue sus
ocupaciones ordinarias tras la muerte y la resurrección de Jesús, pero que
sigue sintiendo su presencia:
1) a través de la comunicación de la Palabra y de la Catequesis;
2) a través de la fracción del pan, y
3) a través de la profesión de fe. Lucas no nos narra un milagro de poder,
sino más bien un acontecimiento que da gozo al corazón y calor al corazón.
Vamos a imaginarnos por un momento lo que sentía la comunidad cristiana
(representada aquí por los dos discípulos) tras la muerte de Jesús. Para ellos
la vida de Jesús había sido desconcertante. Se les había mostrado como un joven
profeta con todos los signos del Mesías, había hablado como nadie lo había
hecho, había pasado haciendo el bien y obrando milagros. Pero todo esto había
durado muy poco tiempo. Lo habían condenado a muerte. Hay una frase de la
narración que expresa claramente su desilusión: “Pensábamos que era él…”
En la vida de cada uno de nosotros se han dado ciertamente momentos en que
hemos sentido vivamente la experiencia de la presencia de Cristo. La certeza
absoluta de esta presencia nos ha dado la fuerza para comprometernos como Cristianos, como miembros responsables de la Iglesia, como
monjes. Y se han dado asimismo con toda probabilidad otros momentos, en los que
daba la impresión de que ya nada estaba claro, de que nada aparecía como cierto. ¿No hemos tenido ganas de decir en esos momentos:
“Pensábamos que era él…”? Creíamos estar cumpliendo su voluntad, pensábamos que
estaría siempre a nuestro lado. Esperábamos tener de continuo la experiencia de
su presencia. Y ahora…ya es el tercer día, el tercer mes, el tercer año… Y si
nos preguntase alguien por la razón de nuestra tristeza, tendríamos ganas de
responderle: “Pero ¿eres tú el único que no sabe que todo va mal…en la Iglesia,
en el mundo, en mi comunidad, en mi vida”…?
El Evangelio de hoy nos trae a la memoria la importancia del recuerdo, que
constituye la actitud cristiana fundamental (“Haced esto en recuerdo mío…”) Nos
recuerda que cada vez que en un momento de duda y de prueba, tenemos el valor
de decir: “Yo creía que era Él…”…siempre está Él haciendo con nosotros nuestro
camino, dando calor a nuestros corazones, abriendo nuestros ojos a la
intelección de la Escritura – no sólo de la Biblia, sino también de la
Escritura de nuestra existencia -, y conduciéndonos a la distribución del pan
con nuestros hermanos y de nuestras hermanas, conduciéndonos a reconocer su
presencia en ese reparto.
Somos los discípulos de Jesús…Estamos todos en camino hacia Emaús. Nos
estamos contando unos a otros lo que ha sucedido…o no ha sucedido. Porque
tenemos el valor de hacer eso, en memoria de Él,, lo
encontramos junto a nosotros haciendo nuestro camino Es uno de nosotros; es
cada uno de nosotros. Es lo que ha de ser cada uno de nosotros para el otro…”¿No arden nuestros corazones en nuestro
interior?...”