P. Plácido González

Monasterio de OSEIRA.

 

REFLEXIONES EN TORNO A LA "DIMENSION CONTEMPLATIVA" EN NUESTROS MONASTERIOS

1. INTRODUCIóN 

            Al iniciar estas reflexiones he de indicar que uso de manera intencional la palabra "dimensión". En las actuales circunstancias la condisidero más adecuada, pues la "identidad" es algo que yo no pongo en duda, y que está suficientemente expresada en nuestra Regla, en las Constituciones, en la Tradición de la Orden y en las Definiciones de nuestros Capítulos Generales.

            Todo esto es punto de referencia obligado, en el que se debe ir contrastando - comunitaria e individuamente - la respuesta del vivir diario, cuya naturaleza ha de transparentar que se trata, en efecto, de una vida íntegramente ordenada a la contemplación (Cf C.2). Es decir, estos Documentos, al estructurar armónicamente nuestra vida contemplativa, no harán sino reflejarnos si se da una calidad de "idénticos". Son el espejo en el que contemplamos nuestra "identidad". Y ésta, vuelvo a repetir, no la pongo en duda.

2. LA EXPRESIóN DE NUESTRA IDENTIDAD: CRISTO

            Por eso, cuando en nuestros monasterios se vive sencillamente lo que constituye el acontecer de cada día, gozosamente descubriremos aquello que dejó escrito San Bernardo: "Estaban también los discípulos, los íntimos e inseparables: son los que han elegido la mejor parte y viven consagrados a Dios en el claustro, identificados con Él y atentos a cumplir su voluntad" (Ram 2,5).

           (Identificados con Él! Aquí se resume lo que toda la tradición monástica desea alcanzar: la oración continua. Aquí se cifra, en espíritu de bienaventuranza, la plenitud de la ley de Cristo: el amor a Dios y a los hermanos. Aquí, en consequencia, se cumplirán también en nosotros aquellas palabras que San Pablo dijo de él: "con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 19-20). Palabras que, asimismo, expresó como exhortación: "Tened entre vosotros los sentimientos que Cristo" (Flp 2,5).

3. LA DIMENSIóN, TESTIMONIO DE VIDA

            Esta exhortación paulina nos sitúa en el nivel de lo concreto, do lo práctico, de lo  cotidiano. Es decir, en el mismo campo de la dimensión: nuestra indentificación con Cristo se ha de extender y difundir a través de todos los elementos de la vida, que para nosotros, como monjes cistercienses, se resumen "en la unión fraterna, en la soledad y el silencio, en la oración y el trabajo, y en la disciplina de vida" (C.7).

            Por eso la asimilación con Cristo no resulta comprensible si no se manifiesta de alguna manera en la vida del monje, pues es el mismo amor de Cristo quien apremia (Cf 2 Co 5,14). Y así, por ejemplo, cuando dirigimos nuestra atención a nuestros Fundadores, escuchamos cómo se decía de San Alberico que era amante de la Regla y do los hermanos; y de San Esteban, que amaba la Regla y el lugar.

            )Qué nos indica todo esto? Que la vida contemplativa cisterciense no puede comprenderse sin un verdadero amor a los hermanos, o si no encuentra su paz y felicidad dentro de los muros del monasterio, sin que tengan que buscarse evasiones or crearse compensaciones para sustraerse a la vida cenobítica. Es decir, la vida contemplativa, dado que ha de brotar del mismo amor de Cristo, buscará más plenamente este amor a través de una intensa y gozosa ascesis de entrega, de búsqueda del bien del otro, de desprendimiento, etc .... De esta manera la "dimensión" va expresando y materializando lo que constituye la misma vida contemplativa.

4. NUESTRA REALIDAD ACTUAL

            No obstante constatamos que el amor de Dios no siempre alcanza entre nosotros toda su plenitud. Antes bien, vemos cómo en gran parte de nuestros monasterios se da una cierta pobreza de vida espiritual. Algunos juzgan - y de ello se habla hoy mucho - que es debido a la práctica insuficiente de la lectio divina. Personalmente, sin embargo, aunque admito que ésta pueda ser una de las causas principales, no creo que sea el único factor.

            Desde mi propia experiencia de más de cincuenta años de vida monástica, y habiéndome tocado vivir de cerca las distintas fases por las que ha pasado la Orden en los últimos tiempos, puedo decirles que los mejores testimonios de vida los he encontrado entre los hermanos conversos de entonces, los cuales, sin embargo, no dedicaban excesivo tiempo a la lectio, a la oración. Pero, (qué caridad! (qué sencillez! (que alegría en su semblante! En ellos es donde he podido contemplar realmente el verdadero paraíso claustral.

            Es indudable que también ha habido monjes y abades verdaderamente contemplativos. Puedo citar a Dom Vital Lehodey, a Dom Godofredo Belorgey, abad de Císter, a Dom Gabriel Sortais, al mismo Tomás Merton, y seguramente otros que no conozco, y algunos más que no cito porque aún viven. Pero, considerando nuestro modo peculiar monástico, debería de esperarse un número mayor de vidas realmente ejemplares.

5. EL ESPíRITU, DON DE VIDA

            Cuando se repasan los elementos de la vida contemplativa cisterciense: estabilidad, conversión de vida, obediencia, fraternidad, celebración litúrgica, lectio divina, vigilias, silencio, ascesis, trabajo, sencillez ...., elementos todos ellos sumamente vitalizadores y de una profunda dimensión, uno se pregunta cuál es la clave que pudiera evitar que terminen viviéndose superficialmente, originando una tibieza espiritual y, por conseguiente, un empobrecimiento general.

            Ciertamente sabemos que en esta vida oculta con Cristo en Dios (Cf Col 3,3) no se trata de una simple cuestión de esfuerzo, porque somos conscientes de que el esfuerzo puede acercar el agua a la boca, pero no puede producir la sed; puede obligarte a quedar en la cama, pero no puede producir el sueño. Asimismo no es suficiente el incrementar una formación permanente y cada vez más amplia y adecuada, porque tampoco basta un libro para dar la sabiduría. No sirve, igualmente, una mayor exigencia de las observancias regulares en sí, porque únicamente " el Espíritu el el que da la vida" (Jn 6,63).

            En modo alguno quiero sembrar con esto la sospecha o el menosprecio del esfuerzo personal, de una mejor preparación o del cumplimiento regular sincero. Simplemente quiero subrayar que se trata de instrumentos que, sólo si existe previamente una docilidad al Espíritu que nos orienta a " alcanzar la pureza de corazón y el recuerdo constante de la presencia de Dios " (C.3,2) entonces sí serán eficaces.

            Esto nos asoma e introduce en lo que podríamos calificar como " dimensión ilimitada", porque en definitiva se trata de la acción del Espíritu Santo en cada uno, sabiendo que toda su obra está encaminada a " que los monjes se unan íntimamente a Cristo, porque sólo en el amor entrañable de cada uno por el Señor Jesús pueden florecer los dones peculiares de la vocación cisterciense" (C.3,5).

6. LA HUMILDAD, MANIFESTACIóN DE DOCILIDAD

            Esta " dimensión ilimitada" es la que nos hace comprender, incluso por propia experiencia, que la acción de Dios siempre resulta imprevisiblemente original en cada uno, pues Dios no se ajusta a unos moldes prefabricados o a una pautas de conducta determinadas.

            Esto no significa, sin embargo, que nuestro camino hacia Dios se realice al azar, ni que podamos quedarnos de brazos cruzados.

            En una vida comunitaria, donde todos los hermanos están llamados a una mutua solicitud (cf C.16,2), es importante recordar algo que se nos encomienda hacer: " Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras" (Hb 10,24).

            Esto mismo es lo que nos exhorta el propio San Bernardo en uno de sus sermones: estar atentos siempre a lo mejor, apasionados o deseosos de la gracia espiritual, considerando lo mucho y bueno que los demás tienen y que a nosotros nos falta, porque en todo esto - concluye - consistirá la auténtica humildad (cf Pent,3,3). Y aquí no puede pasarnos desapercibido que el ejemplo con que instruye a sus oyentes es (el de un hermano converso!

            Si yo antes mencioné que ha sido en los más humildes en quienes he visto resplandecer de manera palpable la gracia del Señor, es porque pienso que la humildad, la sencillez, que nos hace depender en todo de Él, es el único medio que nos es dado para vivir la docilidad al Espíritu y atraer su gracia.

7. EL ANSIA DE DIOS

            Sin embargo, para generar en nosotros ese carácter de sencillez, como las grandes virtudes teologales que necesitamos para el desarrollo de nuestra vida espiritual, se requiere despertar y promover un verdadero qusto por el Señor y mantener el ansia de Dios. )De qué manera? En verdad si encontrámos la manera de que prendiera firmemente en nosotros la locura por Dios, habríamos encontrado la piedra filosofal, y la gracia contemplativa se derramaría en nuestras comunidades. Pero aquí nos movemos en ese campo misterioso de la fe, en el que se nos advierte que no se trata de correr o querer, sino de que Dios tenga misericordia (cf Rom 9,16). Y ésta sólo podemos implorar con la fuerza del Consolador.

8. A MODO DE CONCLUSION

            Este mismo Espíritu nos irá enseñando que siempre nos quedará algo por mejorar; que siempre habrá Evangelio que descubrir y vivir; y que el misterio de Dios en Cristo nunca se acabará de explorar.

            La fuerza del Espíritu que viene de lo alto nos va adentrando de este modo en el misterio fecundo de la oración continua : que uno nunca puede acabar de hablar con Dios, porque quien desea saber a Cristo, y éste crucificado (cf 1 Co 2,2), no se contenta con escuchar la palabra, sino que la acecha, con la firme esperanza de que si su vida consiste en vivir el Evangelio, indefectiblemente terminará siendo también un evangelista que, "en la vida sencilla, escondida y laboriosa" (C.3,5), sigue escribiendo hoy y proclamando el gozo de una Buena Nueva; habiendo encontrado el tesoro escondido en el campo, no antepone nada ni nadie a Dios, ni a su palabra o a la respuesta a la misma.

            Respeusta que se testimonia en la disponibilidad y servicio para con todos los hermanos, pues nos descubrimos y sabemos DEPENDIENTES DE DIOS, que es QUIEN DA, QUIEN HACE y QUIEN DICE TODO BIEN.