Sor Marie Pascale, Chambarand.

ALGUNOS ASPECTOS DE LA MENTALIDAD CONTEMPORANEA

            Lo que sigue a continuación son, más bien, unas reflexiones, fruto de 12 años de vida diaria con las hermanas jóvenes de nuestra comunidad. El grupo de jóvenes en formación consta de 3 hermanas entre 20 y 30 años; 4 entre 30 y 40; 5 entre 40 y 50. Las etapas de vida monástica no coinciden necesariamente con estas divisiones de edad, ya que una novicia de 23 años puede ser más antigua en el noviciado mientras que una postulante puede tener más de 30 ó 40 años. Esta muestra quizá no sea representativa, pero en cualquier caso la reflexión que sigue está hecha sobre el terreno, es decir, en un monasterio de monjas, en Francia, y no tiene la pretensión de ser un estudio sociológico, ni psicológico ni incluso espiritual. Las observaciones se refieren únicamente a las jóvenes en formación, no a la comunidad. De modo particular he anotado rasgos que son propios de la mentalidad actual, tratando de extraerlos preferentemente de los acontecimientos de su historia personal (padre o madre fallecidos, viudez, padres divorciados-casados por segunda vez, hermana minusválida, etc.).

            En una primera parte subrayaremos algunas líneas de fuerza, algunas constantes, bien de cada generación -por decenios-, bien del conjunto de estas hermanas jóvenes. Dado que como máximo llevan 8 ó 9 años de vida monástica -en el caso de las profesas temporales-, eso significa que ofrecen un buen test de la mentalidad contemporánea desde cada una de esas divisiones de edad.

            En un segundo tiempo nos detendremos en lo que se refiere más directamente a la comunidad, los compromisos para los formadores y las aperturas comunitarias posibles gracias al impulso de las jóvenes, y también a su búsqueda.

Primer aspecto: lo más fundamental: lo que les ha traído al monasterio.

            Naturalmente, la búsqueda de Dios. Pero eso reviste formas muy diversas, ligadas al tipo de formación religiosa recibida y vivida anteriormente. En esto hay una gran diversidad. Para las nacidas entre 1940-1950, la FE, como tantos otros valores, es algo evidente. La oración, la vida cristiana y la práctica religiosa forman parte de los elementos estables de la vida, quizá no siempre familiar, pero al menos ambiental. Algunas habían optado ya, en lo secreto de su corazón, por una forma de vida religiosa desde la primera comunión, hacia los 7 u 8 años. Eso ha constituido el hilo conductor de su vida, incluso aunque las circunstancias les hayan obligado a adquirir otros compromisos antes de poder llevar a cabo este proyecto, ya que no podían apagarlo, ni tenían gana alguna de hacerlo. En estos casos, las opciones son claras, bien definidas, y las dificultades que salen al encuentro no son a este nivel. Lo mismo las dificultades de la vida cenobítica: están ahí y hay que vivir con ellas. Quedará por hacer un largo trabajo de reconciliación, de sanación, recuperación de todo lo que la vida haya cerrado o deformado en un reflejo de defensa. (Trabajo de largo alcance! El desafío que se dirige aquí a nuestra vida, parece ser el de conservar el ideal cisterciense en toda su frescura. El monasterio va a ser un lugar donde podrá renacer todo el fervor de un primer amor. Con todo, habrá que eliminar las tentaciones y las ocasiones de repliegue sobre sí, superar los límites que experiencias desgraciadas de don de sí pueden haber creado. Superar el desgaste y creer de nuevo que todo es posible; he ahí la tarea más frecuente por hacer. He ahí también la respuesta más elocuente frente a las rupturas, tan repetidas en el entorno social de las jóvenes, que han llegado a ser triviales: divorcio, quiebras, paro... sin olvidar la amenaza de la enfermedad... Está uno como abocado a la esperanza, a abrir el camino a la fuerza de la Resurrección. Las antiguas culpabilidades en relación con el camino recorrido antes de responder a la llamada primera podrán convertirse en celebración de la Misericordia mediante un nuevo compromiso sin restricciones ni reservas, apertura al porvenir. Ello nos hace solidarios con tantas personas enfrentadas, a veces brutalmente, a callejones sin salida, a cambio de orientación obligatorios o deliberados. Lejos de ser una fatalidad, la sucesión de estados y de lugares de vida puede contribuir al descubrimiento de la Vida siempre nueva, a la apertura al Nombre nuevo, a la Alianza Nueva y eterna.

            En las hermanas nacidas entre 1950 y 1960 se puede hallar la misma llamada, precoz o no, pero con contornos más difusos, una formación catequética más aleatoria, muy marcada por las objecciones de "Mayo del 68" ((el inevitable!). Aquí se dan todas las formas: desde la familia muy clásica en la que los hijos mayores tienen una adolescencia difícil, en contestación contra los "ritos" y obligaciones sociales, hasta la familia que se transforma en grupo abierto, en el que se crea una forma de catequesis autogestionada, de educación paralela, que se la encuentra más satisfactoria por ser menos conformista. A ello se suma una difuminación de las generaciones, una puesta entre paréntesis de la autoridad y del papel de los padres, que parecen convertirse en adolescentes y quedarse ahí (un buen rato! A nivel de la inquietud vocacional, todo eso se expresa más en términos de SED, de pregunta vital, de agotamiento de experiencias de vida en grupos que uno se escoge para compartir su inquietud. Poco a poco, sobre todo en las grandes ciudades, la escuela y la iglesia, que eran lugares pedagógicos, se convierten en lugares de experimentación, donde las verdades más objetivas son relativizadas hasta las dimensiones del individuo, generando tantas incertidumbres y angustias como incapacidad para realizar acciones que comprometan el porvenir.

            Una buena baza para la formación es ese dinamismo provocado por esa SED, esa CARENCIA experimentada por los jóvenes. Carencia de SENTIDO, carecia de perspectivas de FUTURO, carencia de SOLIDARIDAD, carencia de VERDADERAS RELACIONES... todo este hambre es una APERTURA prometedora en la que todo se puede emprender. Con el riesgo, sin embargo, de ceder a la precipitación y, sobre todo, dado el predominio de la afectividad, con el riesgo de plantear elecciones orientadas hacia un modo de relación caluroso y fusional.

            En estos casos, el desafío específico planteado a la vida cisterciense será señalar el camino, establecer referencias firmes pero flexibles, donde la joven no se vea abocada a un continuo cuestionamiento sobre el fondo de las observancias, sino donde más bien se le invite a una práctica paciente de los hábitos que estructuran, que "ordenan en nosotros la caridad" a partir de una vivencia comunitaria, de un consenso, de una intercomunión. Las costumbres de la casa son una guía que algunas descubren dotadas de poder de "puesta en orden": con ellas se aprende a vivir. Y a SABER VIVIR.

            En cuanto a las más jóvenes, las nacidas después de 1965, la llamada les ha cogido mucho más lejos aún, en un mundo casi extraño a la Fe. Una intuición les ha puesto en camino: Dios existe, y ellas quieren ir hacia ÉL. Aquí se dan, por supuesto, todos los grados de formación humana, cultural y religiosa, y también todos los grados de inserción social. Lo que parece ser una constante es precisamente la dependencia de lo que vive en ellas y les rodea: escolaridad dividida, a veces sin resultados palpables, vida al margen de todo marco familiar, multiplicación de experiencias al gusto de las fantasías y de las ocasiones, evasión en la sexualidad precoz, sueños y fantasmas alimentados por las agencias pornográficas... todo lo cual siembra el vacío. Y en este vacío Dios se deja encontrar. Con frecuencia es a partir de una experiencia que se sirve del sentimiento, e incluso de la sensación, ya que éstos son el medio de conocimiento al que se da preeminencia. En estos casos es necesario un gran tiempo de catequesis hasta llegar a precisar QUIÉN es el Dios de Jesucristo, el Dios del Evangelio, confesado por y en la Iglesia. El desafío, con estas jóvenes, es, a mi juicio, el aprendizaje de la INTERIORIDAD, de la DURACION, de la DURACION EN LA INTERIORIDAD. El tiempo, delimitado por la LITURGIA, por la organización de la jornada monástica según San Benito, por la entrada a paso lento en una VIDA DE ORACION, se convierte en un aliado que permite la maduración a todos los niveles de la personalidad: cuerpo, afectividad, sensorialidad, e incluso restauración de la capacidad de juzgar, aprendizaje de la objetividad.

Segundo aspecto: La integración en la vida monástica

            En todos los aspectos de la vida monástica, tal como ésta se presenta, existen interrogantes que encontrarán su respuesta si la comunidad está viva, llena de buen celo (RB 72), es decir, si todos sus miembros viven plena y simplemente a través de sus límites, cada momento de la jornada, entrando al máximo en el consenso comunitario de modo responsable y gozoso. Todas las preguntas por el SENTIDO de la existencia, de la vida consagrada, de la renuncia fecunda a la propia voluntad, de la pobreza gozosa y del ágape fraterno, todo este cuestionamiento es GENERADOR DE RENOVACION para nuestra identidad contemplativa. Es un tiempo de examen, de verificación: del sentido de las relaciones fraternas, del sentido de la continencia, del sentido del trabajo manual, del sentido de la liturgia, del sentido de una vida de gratuidad, libre de todo servilismo a cualquier rentabilidad material, del sentido de una existencia orientada a Dios de manera integral, portadora de vida para el mundo y realización de la persona en todas sus potencialidades.

            La gran angustia a la que todos estamos confrontados, de modo único pero también con constantes comunes, es ésta: ")Quién soy yo en verdad? )Podéis ayudarme a saberlo mejor? Esta pregunta se la hacen todas con más o menos perturbaciones y según las normas de identificación utilizadas. El acceso a la vida adulta pide para todos una larga búsqueda. Las mayores atraviesan una crisis de rechazo de los padres, a quienes perciben como la causa de todas las frustraciones de su vida anterior. Las aportaciones de las ciencias humanas han ayudado a encontrar explicaciones al comportamiento de los padres, pero no han proporcionado automáticamente el modo de aceptarles tal como son o han sido. La integración en la comunidad pasa por este trabajo de reconciliación, a través de la aceptación de todo lo que nos ha constituido y de lo que somos. La convicción de nuestra FE es que Dios no arrancará ni una sola de las páginas de nuestra historia, ni las más luminosas ni las más dolorosas. Esto va completamente en contra de la mentalidad contemporánea que quiere huir del dolor en todas sus formas, y sobre todo huir de la muerte. (Qué gran desafío hay que afrontar cuando se trata precisamente de considerar el compromiso hasta la muerte! (Qué retrocesos, a veces, para evitar por todos los medios que "la cosa se repita", sobre todo cuando una forma de vida común (matrimonio, otra comunidad) ha decepcionado tantas esperanzas y causado tantas heridas!

            La búsqueda de identidad, para la generación siguiente, reviste una forma un tanto diferente. Dado que las verdades universales fueron descalificadas por la "contestación" (años 60), los jóvenes iniciaron otra etapa de la "muerte del padre". La creación de nuevas formas de vida comunitaria, basadas en la fraternidad, ha abierto el camino a la valoración de la afectividad, de la emotividad, de las opciones realizadas en función del sentimiento y no ya de los valores verdaderos y fuertes. El acento se pone en el equipo, en el grupo, y como consecuencia el temor hacia toda jerarquía, hacia toda autoridad, hace más trabajosa la entrada en obediencia verdadera. Toda la valoración de la persona, de su espontaneidad y de su creatividad es muy positiva. Pero queda el desafío mayor: inscribirla en un conjunto de criterios, de puntos de referencia para la moral y las relaciones. Aquí adquiere toda su importancia el conjunto de "codificaciones" que representan lo que antes se llamaban los "usos". Entrar en la vida cisterciense supone algo muy nuevo para más de la mitad de las jóvenes: un modo de relaciones construidas sobre el respeto de las personas en su identidad propia, en sus diferencias, en sus papeles respectivos. San Benito describe esto en el c. 63 (el orden en la comunidad), o en el 26 y 27: cómo ocuparse de los "excluidos"; y para canalizar las iniciativas debidas sólo a buenos sentimientos, (precisa a quién le corresponde hacerlo!

            Cuando la Regla habla del Abad dice muy bien: se le llamará Dom y Abad porque ocupa en el monasterio el lugar de Cristo (RB 63,13). Y también: "Debe acordarse siempre del nombre que se le da, y probar con sus obras el nombre de superior" (RB 2,2). El mismo capítulo 52 (del oratorio del monasterio) no deja de poner de relieve la importancia que tienen los lugares y las personas cuando son verdaderamente lo que son: "El oratorio será lo que indica su nombre, y en él no se hará ni se pondrá nada que no esté en relación con su finalidad". A veces me pregunto si no es ése el mayor desafío al que nos estamos viendo enfrentados desde los últimos 20 ó 30 años.

            Este deslizamiento fue vivido por las mayores, bien fuera participando en grupos que militaban en favor de la Liberación de la mujer, bien adoptando la moda unisexo, o bien a veces viviendo la sexualidad no sólo fuera del matrimonio, sino con una sucesión de parejas de ocasión, utilizadas y luego abandonadas, valorando "el amor sin riesgo", en el que el sentimiento ya no tiene espacio para nacer y crecer, para hacer nacer ni hacer crecer. Las más jóvenes han llegado a experiencias aún más vagas, más narcisistas, en las que la vida relacional queda nivelada y a veces negada. Se ven personalidades que tienen muchos puntos en común con giróvagos y sarabaítas descritos por San Benito, siempre en camino, nunca en reposo, (a la búsqueda incesante del placer inmediato! (Y son muy capaces de describirse a sí mismas así, de reconocerse en los rasgos de esos dos género de monjes!

            )Cómo saber quiénes somos cuando el hombre, o la mujer, ya no están situados uno en relación con el otro, en una sana distinción que permita el diálogo y en la que el niño pueda encontrar su lugar; cuando el cónyuge, los padres, los educadores o los adultos son rechazados o no aceptan ya ser lo que son? La angustia con más frecuencia expresada por las jóvenes es: ")Soy conforme a la normalidad?" Pregunta que abarca todos los niveles, del más profundo al más superficial. La información difundida por los medios de comunicación tiende a uniformar, a "aseptizar", a estandarizar las experiencias, el comportamiento, los sentimientos, el vestido, la cultura, sin olvidar el vocabulario y el repertorio de canciones y de películas ((mucho más raramente de libros!)... )No es una forma de seguiridad el poder hacer referencia a personajes simbólicos conocidos por los miembros de un grupo?

            Una baza en favor de la formación de las jóvenes es su cantidad de conocimientos adquiridos, y en concreto sobre la Biblia: todo es nuevo, no gastado por tantas lecturas ligeras. Y como enseguida descubren lo sustancioso que resulta, se les ve verdaderamente con hambre, (y eso es bueno! Sólo queda por superar esa costumbre del mariposeo o de la lectura "en diagonal", que San Benito combate de una manera tan sabia: "Se leerá el libro seguido y entero" (RB 48,15). Terreno escogido para la lectio divina que busca re-centrar a la persona a partir de la Palabra de Dios y de la tradición. Aprendizaje del dato de la FE, pero también lara reeducación de la inteligencia, de la voluntad y de la imaginación. E incluso el lugar del cuerpo en la Liturgia, por ejemplo, es algo que cuesta descubrir y con lo que cuesta reconciliarse.

            La antropogía que se puede elaborar a partir de los escritos de los Padres Cistercienses sorprende y seduce grandemente tanto por su profundidad espiritual y escriturística como por su aspecto concreto y cercano a la vida. Las jóvenes orientaban antes en este sentido su vida, pero sin sospechar tal correspondencia con su experiencia. El DESEO de aprender verdades que hacen vivir es unánimemente compartido por todas las jóvenes, y se las ve entrar con gusto en la TRADICION bíblica, patrística, filosófica y espiritual.

            La sensibilidad casi general hacia la ECOLOGIA, el valor del CUERPO, la proximidad con la NATURALEZA y, por consiguiente, la FRATERNIDAD, son otros tantos motores que pueden contribuir a la aventura de la maduración de estas jóvenes. Educar en CARIDAD en el interior de la comunidad, cuyos miembros han sido elegidos por Dios y no por nosotros, será lo que hará dar un paso enorme hacia una LIBERTAD más auténtica: el gozoso ideal de la fraternidad, de amor universal y de abolición de las fronteras compartido por toda esta generación, encontrará ahí rápidamente un terreno de aplicación concreto e inmediata.

            Mantener el rumbo de la FE CRISTIANA con el despojo ascético que a veces necesita, es otro desafío vivo y diario. Volver de los espejismos del ocultismo a veces practicado o incluso únicamente tanteado, no es fácil. No sólo deja huellas espirituales, sino también una actitud de tipo mágico: se quiere evitar el "riesgo", lo desconocido, y para ello se intenta entrometerse en la vida del otro con el fin de mantenerlo en límites sin sorpresa.

            Las últimas generaciones no han vivido grandes acontecimientos históricos o sociológicos; algunos de ellos ni siquiera han llegado todavía a conocer la muerte entre sus familiares. Su inocencia un tanto egocéntrica, incluso hasta narcisista, va a exigir de nosotros mucha paciencia ante todo. Se trata de concederles mucho tiempo de escucha sin ceder a la tentación de minimizar su experiencia vivida, tanto más larga para ser contada cuanto que carece de contornos bien definidos...

            Un elemento nuevo en la mentalidad contemporánea es debido al PROGRESO TECNOLOGICO. tiene tantos aspectos positivos que pueden no discernirse las consecuencias que poco a poco se han venido instalando en las formas de pensar y de sentir. El mayor desafío engendrado por la tecnología es el de recuperar el sentido del RIESGO, de la APERTURA AL PORVENIR, del Abandono en la Providencia... Imperceptiblemente, todo dolor, todo mal, recibe un remedio, y ya no podemos pasar sin él, ni soportar, ni sobrellevar. Todo lo que no procura una total satisfacción en el instante es utilizado, luego deshechado. No hay lugar para lo imprevisto, lo no programado, lo inconfortable.

            En lo sucesivo será necesario buscar cómo salir del encerramiento en un universo en el que la CONTRACEPCION ha sido erigida en sistema, como moralmente aceptable y ranonable. La precaución que se toma consiste en esta fórmula: "Un hijo si yo quiero y cuando yo quiero". Muchos hijos se la han oído decir a su propia madre, o la han dicho ellos mismos en su propio matrimonio. Esto produce una especie de esterilización tal vez más perniciosa que el aborto. En este último caso el niño molesto es "suprimido", en aquél es "evitado" como se intenta evitar cualquier peligro. Cuando se pierde de vista de este modo la naturaleza de las relaciones humanas, cuando se hace de la esterilización no un remedio frente a situaciones objetivamente difíciles, sino un ideal de búsqueda de confort, es a todo el futuro a lo que se está cerrando el camino, incluidas la opciones más simples de la vida cotidiana, y sobre todo fraterna.

            Por supuesto, Dios tampoco escapa a esta extraña búsqueda de seguridad. (Esto ha pertenecido siempre al terreno del combate espiritual de todos los tiempos! De hecho, el gran DESAFIO para los formadores consiste ciertamente en HACER TODO LO POSIBLE PARA PERMITIR QUE LOS JOVENES TENGAN UNA VERDADERA EXPERIENCIA DE DIOS, en el corazón de su fragilidad, de sus limitaciones y de sus angustias; pero también de su avidez, de su esperanza, de su confianza a lo largo de los días.

            A veces, el relato de sus idas y venidas o de sus divagaciones puede resultar muy pesado, insoportable casi. Una baza muy fuerte para los jóvenes y un estímulo para las comunidades y para los formadores es esta APERTURA CONFIADA a sus mayores. Tenemos que estar más dispuestos que nunca a dar cuenta de la ESPERANZA que está en nosotros, y que no defrauda porque el Amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu.