17 de febrero de  2013 - 1er domingo de Cuaresma  "C"
Deut 26, 4-10; Rom 10, 8-13; Luc 4, 1-13

 

H O M I L I A

 

Durante la noche de la Navidad de 1993 un grupo de “hermanos de la montaña” se presentó en el monasterio de Tibhirine, en Algeria. Su  jefe Saya Attiya presentó tres solicitudes   al prior, padre Christian de Chergé quien respondió negativamente a cada una de ellas.  Cuando Attiya le  dijo que los monjes no tenían opción, el padre Christian respondió “Sí, nosotros tenemos la opción”. Attiya se retiró…en el momento preciso, podríamos decir. Pues, bien sabemos lo que ocurrió después.

 

Este acontecimiento, como muchos en nuestras propias vidas – acontecimientos no tan trágicos gracias a Dios! – nos ayudan a comprender el Evangelio de hoy. Se trata de acontecimientos en los que se es puesto a prueba, donde una decisión que comprometa  toda nuestra responsabilidad debe ser tomada.

 

Somos fácilmente inducidos a error en el uso de la palabra “tentación”, y del verbo “tentar” en la traducción de éste pasaje del Evangelio. Para nosotros, cuando hablamos de “tentación”, pensamos inmediatamente a algo que nos lleva a hacer el mal. Ese no es el sentido de la palabra griega empleada por los autores bíblicos. El substantivo griego peirasmós y el verbo correspondiente peirazein aparecen recurrentemente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. El sentido es más bien el de “poner a prueba”, que un llamado a hacer el mal.

 

Para comprender el pasaje que acabamos de leer, que se encuentra al comienzo del evangelio de Lucas, se debe tener en cuenta una pequeña frase que Lucas pone en boca de Jesús al final de su Evangelio durante su última cena con sus Apóstoles: El les dice:”Ustedes han estado siempre conmigo en mis pruebas”” (Lucas 22:28) Los Apóstoles se habían en efecto encontrado con Jesús a  lo largo de su vida pública, en cada momento importante de su vida, por ejemplo cuando todo el mundo le llevaba sus enfermos para que los sanara desde los primeros días de sus ministerio en Cafarnaúm y aún cuando las multitudes habían querido hacerlo rey. Cada vez que se retiraba a la soledad para tomar y retomar la opción del tipo de Mesías que debía ser, tomar la opción de la voluntad de su Padre. Y cada vez los discípulos más cercanos iban a reunirse con él.  

 

Pero en el pasaje del evangelio de hoy, que es altamente simbólico, situado al comienzo de la  vida pública de Jesús, inmediatamente después de su bautizo, es la prueba global del Mesías la que se dibuja. Estamos en un punto central en la vida de Jesús. Desde su lejana Galilea ha llegado a Judea. Con las multitudes ha descendido a las orillas del Jordán para ser bautizado por Juan. El espíritu ha descendido sobre él y la voz del Padre le ha dicho: “Eres mi hijo bien amado”. Desde ese momento entra en un desierto. Todo el sentido de su vida, es decir toda la dirección hacia la cual se dirige es la misión de Mesías: la misión de dar a conocer y hacer presente en la tierra el reino de dios, su Padre. Todo el resto es distracción, todo el resto lo podría desviar de su camino. Todo el resto es tentación. A cada sugerencia de hacer otra cosa él afirma que tiene la opción y la opción a tomar es la de hacer la voluntad de su Padre.

 

Al comienzo de mi homilía, puse este hermoso texto del Evangelio en relación con la opción tomada por Christian de Chergé y los otros monjes de Tibhirine: Al terminar, me gustaría ponerlo también en relación con la decisión tomada Benedicto XVI ésta semana. Ciertamente la ha tomado en una soledad profunda, en un desierto. Otras personas en la Iglesia presentan su renuncia, como por ejemplo, los obispos lo deben hacer al cumplir 75 años. En cada caso, estas personas le presentan la renuncia a alguien que debe decidir cuándo y en qué condición será aceptada. Para el Papa es una decisión definitiva tomada solo delante de Dios donde nadie más interviene, nadie ha de aceptarla o rechazarla. El Papa ha estimado que el bien de la Iglesia, que le da todo el sentido a su ministerio, exigía ésta decisión. El tenía la opción y ha tomado su decisión. A pesar de todas las multitudes que  lo aclaman y lo aclamarán dentro de los próximos días, el vive ciertamente esta decisión en una gran soledad que se re encuentra con la de Jesús en el desierto. Acompañémosle con nuestra oración, como los Apóstoles estaban cerca de Jesús en sus pruebas.

 

 

Dentro de pocas semanas los Cardenales entrarán a otra forma de desierto para hacer su elección. Recemos por ellos también, con la finalidad que cada uno de ellos esté abierto a las luces del Espíritu para discernir cuál es la persona más apta para servir a la iglesia en el curso de los próximos años.

 

 

 

Armand VEILLEUX

 

 

 

 

 

 

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