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17 de febrero de 2013 - 1er domingo
de Cuaresma "C"
H O M I L I A
Durante la noche de la Navidad de 1993 un grupo de “hermanos
de la montaña” se presentó en el monasterio de Tibhirine, en Algeria. Su jefe Saya Attiya presentó tres
solicitudes al prior, padre Christian
de Chergé quien respondió negativamente a cada una de ellas. Cuando Attiya le dijo que los monjes no tenían opción, el
padre Christian respondió “Sí, nosotros tenemos la opción”. Attiya se retiró…en
el momento preciso, podríamos decir. Pues, bien sabemos lo que ocurrió después.
Este acontecimiento, como muchos en nuestras propias vidas –
acontecimientos no tan trágicos gracias a Dios! – nos
ayudan a comprender el Evangelio de hoy. Se trata de acontecimientos en los que
se es puesto a prueba, donde una decisión que comprometa toda nuestra responsabilidad debe ser tomada.
Somos fácilmente inducidos a error en el uso de la palabra
“tentación”, y del verbo “tentar” en la traducción de éste pasaje del
Evangelio. Para nosotros, cuando hablamos de “tentación”, pensamos
inmediatamente a algo que nos lleva a hacer el mal. Ese no es el sentido de la
palabra griega empleada por los autores bíblicos. El substantivo griego peirasmós y el verbo correspondiente peirazein aparecen recurrentemente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. El sentido es
más bien el de “poner a prueba”, que un llamado a hacer el mal.
Para comprender el pasaje que acabamos de leer, que se
encuentra al comienzo del evangelio de Lucas, se debe tener en cuenta una
pequeña frase que Lucas pone en boca de Jesús al final de su Evangelio durante
su última cena con sus Apóstoles: El les dice:”Ustedes han estado siempre
conmigo en mis pruebas”” (Lucas 22:28) Los Apóstoles se habían en efecto
encontrado con Jesús a lo largo de su
vida pública, en cada momento importante de su vida, por ejemplo cuando todo el
mundo le llevaba sus enfermos para que los sanara desde los primeros días de
sus ministerio en Cafarnaúm y aún cuando las multitudes habían querido hacerlo
rey. Cada vez que se retiraba a la soledad para tomar y retomar la opción del
tipo de Mesías que debía ser, tomar la opción de la voluntad de su Padre. Y
cada vez los discípulos más cercanos iban a reunirse con él.
Pero en el pasaje del evangelio de hoy, que es altamente
simbólico, situado al comienzo de la vida pública de Jesús, inmediatamente después de su bautizo, es la
prueba global del Mesías la que se dibuja. Estamos en un punto central en la
vida de Jesús. Desde su lejana Galilea ha llegado a Judea. Con las multitudes
ha descendido a las orillas del Jordán para ser bautizado por Juan. El espíritu
ha descendido sobre él y la voz del Padre le ha dicho: “Eres mi hijo bien
amado”. Desde ese momento entra en un desierto. Todo el sentido de su vida, es
decir toda la dirección hacia la cual se dirige es la misión de Mesías: la
misión de dar a conocer y hacer presente en la tierra el reino de dios, su
Padre. Todo el resto es distracción, todo el resto lo podría desviar de su
camino. Todo el resto es tentación. A cada sugerencia de hacer otra cosa él
afirma que tiene la opción y la opción a tomar es la de hacer la voluntad de su
Padre.
Al comienzo de mi homilía, puse este hermoso texto del
Evangelio en relación con la opción tomada por Christian de Chergé y los otros
monjes de Tibhirine: Al terminar, me gustaría ponerlo también en relación con
la decisión tomada Benedicto XVI ésta semana. Ciertamente la ha tomado en una
soledad profunda, en un desierto. Otras personas en la Iglesia presentan su
renuncia, como por ejemplo, los obispos lo deben hacer al cumplir 75 años. En
cada caso, estas personas le presentan la renuncia a alguien que debe decidir cuándo
y en qué condición será aceptada. Para el Papa es una decisión definitiva
tomada solo delante de Dios donde nadie más interviene, nadie ha de aceptarla o
rechazarla. El Papa ha estimado que el bien de la Iglesia, que le da todo el
sentido a su ministerio, exigía ésta decisión. El tenía la opción y ha tomado
su decisión. A pesar de todas las multitudes que lo aclaman y lo aclamarán dentro de los
próximos días, el vive ciertamente esta decisión en una gran soledad que se re
encuentra con la de Jesús en el desierto. Acompañémosle con nuestra oración,
como los Apóstoles estaban cerca de Jesús en sus pruebas.
Dentro de pocas semanas los Cardenales entrarán a otra forma
de desierto para hacer su elección. Recemos por ellos también, con la finalidad
que cada uno de ellos esté abierto a las luces del Espíritu para discernir cuál
es la persona más apta para servir a la iglesia en el curso de los próximos
años.
Armand
VEILLEUX
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